miércoles, 31 de diciembre de 2008

miércoles, 24 de diciembre de 2008

DESDE ESA NOCHE LA COMPARTIERON

Dicen (lo cual es improbable) que la historia fue referida por Eduardo, el menor de los Nelson, en el velorio de Cristián, el mayor, que falleció de muerte natural, hacia mil ochocientos noventa y tantos, en el partido de Morón. Lo cierto es que alguien la oyó de alguien, en el decurso de esa larga noche perdida, entre mate y mate, y la repitió a Santiago Dabove, por quien la supe. Años después, volvieron a contármela en Turdera, donde había acontecido.
La segunda versión, algo más prolija, confirmaba en suma la de Santiago, con las pequeñas variaciones y divergencias que son del caso. La escribo ahora porque en ella se cifra, si no me engaño, un breve y trágico cristal de la índole de los orilleros antiguos. Lo haré con probidad, pero ya preveo que cederé a la tentación literaria de acentuar o agregar algún pormenor.
En Turdera los llamaban los Nilsen. El párroco me dijo que su predecesor recordaba, no sin sorpresa, haber visto en la casa de esa gente una gastada Biblia de tapas negras, con caracteres góticos; en las últimas páginas entrevió nombres y fechas manuscritas. Era el único libro que había en la casa. La azarosa crónica de los Nilsen, perdida como todo se perderá.
El caserón, que ya no existe, era de ladrillo sin revocar; desde el zaguán se divisaban un patio de baldosa colorada y otro de tierra. Pocos, por lo demás, entraron ahí; los Nilsen defendían su soledad. En las habitaciones desmanteladas dormían en catres; sus lujos eran el caballo, el apero, la daga de hojas corta, el atuendo rumboso de los sábados y el alcohol pendenciero. Sé que eran altos, de melena rojiza. Dinamarca o Irlanda, de las que nunca oirían hablar, andaban por la sangre de esos dos criollos.
El barrio los temía a los Colorados; no es imposible que debieran alguna muerte. Hombro a hombro pelearon una vez a la policía. Se dice que el menor tuvo un altercado con Juan Iberra, en el que no llevó la peor parte, lo cual, según los entendidos, es mucho. Fueron troperos, cuarteadores, cuatreros y alguna vez tahúres. Tenían fama de avaros, salvo cuando la bebida y el juego los volvían generosos. De sus deudos nada se sabe y ni de dónde vinieron. Eran dueños de una carreta y una yunta de bueyes.
Físicamente diferían del compadraje que dio su apodo forajido a la Costa Brava. Esto, y lo que ignoramos, ayuda a comprender lo unidos que fueron. Malquistarse con uno era contar con dos enemigos.Los Nilsen eran calaveras, pero sus episodios amorosos habían sido hasta entonces de zaguán o de casa mala. No faltaron, pues, comentarios cuando Cristián llevó a vivir con él a Juliana Burgos.
Es verdad que ganaba así una sirvienta, pero no es menos cierto que la colmó de horrendas baratijas y que la lucía en las fiestas. En las pobres fiestas de conventillo, donde la quebrada y el corte estaban prohibidos y donde se bailaba, todavía, con mucha luz. Juliana era de tez morena y de ojos rasgados; bastaba que alguien la mirara, para que se sonriera. En un barrio modesto, donde el trabajo y el descuido gastan a las mujeres, no era mal parecida.
Eduardo los acompañaba al principio. Después emprendió un viaje a Arrecifes por no sé qué negocio; a su vuelta llevó a la casa una muchacha, que había levantado por el camino, y a los pocos días la echó. Se hizo más hosco; se emborrachaba solo en el almacén y no se daba con nadie. Estaba enamorado de la mujer de Cristián. El barrio, que tal vez lo supo antes que él, previó con alevosa alegría la rivalidad latente de los hermanos.
Una noche, al volver tarde de la esquina, Eduardo vio el oscuro de Cristián atado al palenque En el patio, el mayor estaba esperándolo con sus mejores pilchas. La mujer iba y venía con el mate en la mano. Cristián le dijo a Eduardo:
-Yo me voy a una farra en lo de Farías. Ahí la tenés a la Juliana; si la querés, usala.
El tono era entre mandón y cordial. Eduardo se quedó un tiempo mirándolo; no sabía qué hacer. Cristián se levantó, se despidió de Eduardo, no de Juliana, que era una cosa, montó a caballo y se fue al trote, sin apuro.
Desde aquella noche la compartieron. Nadie sabrá los pormenores de esa sórdida unión, que ultrajaba las decencias del arrabal. El arreglo anduvo bien por unas semanas, pero no podía durar. Entre ellos, los hermanos no pronunciaban el nombre de Juliana, ni siquiera para llamarla, pero buscaban, y encontraban razones para no estar de acuerdo. Discutían la venta de unos cueros, pero lo que discutían era otra cosa. Cristián solía alzar la voz y Eduardo callaba. Sin saberlo, estaban celándose. En el duro suburbio, un hombre no decía, ni se decía, que una mujer pudiera importarle, más allá del deseo y la posesión, pero los dos estaban enamorados. Esto, de algún modo, los humillaba.
Una tarde, en la plaza de Lomas, Eduardo se cruzó con Juan Iberra, que lo felicitó por ese primor que se había agenciado. Fue entonces, creo, que Eduardo lo injurió. Nadie, delante de él, iba a hacer burla de Cristián.
La mujer atendía a los dos con sumisión bestial; pero no podía ocultar alguna preferencia por el menor, que no había rechazado la participación, pero que no la había dispuesto.
Un día, le mandaron a la Juliana que sacara dos sillas al primer patio y que no apareciera por ahí, porque tenían que hablar. Ella esperaba un diálogo largo y se acostó a dormir la siesta, pero al rato la recordaron. Le hicieron llenar una bolsa con todo lo que tenía, sin olvidar el rosario de vidrio y la crucecita que le había dejado su madre. Sin explicarle nada la subieron a la carreta y emprendieron un silencioso y tedioso viaje. Había llovido; los caminos estaban muy pesados y serían las once de la noche cuando llegaron a Morón. Ahí la vendieron a la patrona del prostíbulo. El trato ya estaba hecho; Cristián cobró la suma y la dividió después con el otro.
En Turdera, los Nilsen, perdidos hasta entonces en la mañana (que también era una rutina) de aquel monstruoso amor, quisieron reanudar su antigua vida de hombres entre hombres. Volvieron a las trucadas, al reñidero, a las juergas casuales. Acaso, alguna vez, se creyeron salvados, pero solían incurrir, cada cual por su lado, en injustificadas o harto justificadas ausencias. Poco antes de fin de año el menor dijo que tenía que hacer en la Capital. Cristián se fue a Morón; en el palenque de la casa que sabemos reconoció al overo de Eduardo. Entró; adentro estaba el otro, esperando turno. Parece que Cristián le dijo:
-De seguir así, los vamos a cansar a los pingos. Más vale que la tengamos a mano.
Habló con la patrona, sacó unas monedas del tirador y se la llevaron. La Juliana iba con Cristián; Eduardo espoleó al overo para no verlos.
Volvieron a lo que ya se ha dicho. La infame solución había fracasado; los dos habían cedido a la tentación de hacer trampa. Caín andaba por ahí, pero el cariño entre los Nilsen era muy grande -¡quién sabe qué rigores y qué peligros habían compartido!- y prefirieron desahogar su exasperación con ajenos. Con un desconocido, con los perros, con la Juliana, que habían traído la discordia.
El mes de marzo estaba por concluir y el calor no cejaba. Un domingo (los domingos la gente suele recogerse temprano) Eduardo, que volvía del almacén, vio que Cristián uncía los bueyes. Cristián le dijo:
-Vení, tenemos que dejar unos cueros en lo del Pardo; ya los cargué; aprovechemos la fresca.
El comercio del Pardo quedaba, creo, más al Sur; tomaron por el Camino de las Tropas; después, por un desvío. El campo iba agrandándose con la noche.
Orillaron un pajonal; Cristián tiró el cigarro que había encendido y dijo sin apuro:
-A trabajar, hermano. Después nos ayudarán los caranchos. Hoy la maté. Que se quede aquí con su pilchas, ya no hará más perjuicios.
Se abrazaron, casi llorando. Ahora los ataba otro círculo: la mujer tristemente sacrificada y la obligación de olvidarla.
El cuento, "La Intrusa" es de Jorge Luis Borges. Los notables dibujos, de "El Tomi", del blog El desmistificador argentino. La instalación es de Q.

DESDE ESA NOCHE LA COMPARTIERON

Dicen (lo cual es improbable) que la historia fue referida por Eduardo, el menor de los Nelson, en el velorio de Cristián, el mayor, que falleció de muerte natural, hacia mil ochocientos noventa y tantos, en el partido de Morón. Lo cierto es que alguien la oyó de alguien, en el decurso de esa larga noche perdida, entre mate y mate, y la repitió a Santiago Dabove, por quien la supe. Años después, volvieron a contármela en Turdera, donde había acontecido. La segunda versión, algo más prolija, confirmaba en suma la de Santiago, con las pequeñas variaciones y divergencias que son del caso. La escribo ahora porque en ella se cifra, si no me engaño, un breve y trágico cristal de la índole de los orilleros antiguos. Lo haré con probidad, pero ya preveo que cederé a la tentación literaria de acentuar o agregar algún pormenor.
En Turdera los llamaban los Nilsen. El párroco me dijo que su predecesor recordaba, no sin sorpresa, haber visto en la casa de esa gente una gastada Biblia de tapas negras, con caracteres góticos; en las últimas páginas entrevió nombres y fechas manuscritas. Era el único libro que había en la casa. La azarosa crónica de los Nilsen, perdida como todo se perderá. El caserón, que ya no existe, era de ladrillo sin revocar; desde el zaguán se divisaban un patio de baldosa colorada y otro de tierra. Pocos, por lo demás, entraron ahí; los Nilsen defendían su soledad. En las habitaciones desmanteladas dormían en catres; sus lujos eran el caballo, el apero, la daga de hojas corta, el atuendo rumboso de los sábados y el alcohol pendenciero. Sé que eran altos, de melena rojiza. Dinamarca o Irlanda, de las que nunca oirían hablar, andaban por la sangre de esos dos criollos. El barrio los temía a los Colorados; no es imposible que debieran alguna muerte. Hombro a hombro pelearon una vez a la policía. Se dice que el menor tuvo un altercado con Juan Iberra, en el que no llevó la peor parte, lo cual, según los entendidos, es mucho. Fueron troperos, cuarteadores, cuatreros y alguna vez tahúres. Tenían fama de avaros, salvo cuando la bebida y el juego los volvían generosos. De sus deudos nada se sabe y ni de dónde vinieron. Eran dueños de una carreta y una yunta de bueyes.
Físicamente diferían del compadraje que dio su apodo forajido a la Costa Brava. Esto, y lo que ignoramos, ayuda a comprender lo unidos que fueron. Malquistarse con uno era contar con dos enemigos.
Los Nilsen eran calaveras, pero sus episodios amorosos habían sido hasta entonces de zaguán o de casa mala. No faltaron, pues, comentarios cuando Cristián llevó a vivir con él a Juliana Burgos. Es verdad que ganaba así una sirvienta, pero no es menos cierto que la colmó de horrendas baratijas y que la lucía en las fiestas. En las pobres fiestas de conventillo, donde la quebrada y el corte estaban prohibidos y donde se bailaba, todavía, con mucha luz. Juliana era de tez morena y de ojos rasgados; bastaba que alguien la mirara, para que se sonriera. En un barrio modesto, donde el trabajo y el descuido gastan a las mujeres, no era mal parecida.
Eduardo los acompañaba al principio. Después emprendió un viaje a Arrecifes por no sé qué negocio; a su vuelta llevó a la casa una muchacha, que había levantado por el camino, y a los pocos días la echó. Se hizo más hosco; se emborrachaba solo en el almacén y no se daba con nadie. Estaba enamorado de la mujer de Cristián. El barrio, que tal vez lo supo antes que él, previó con alevosa alegría la rivalidad latente de los hermanos.
Una noche, al volver tarde de la esquina, Eduardo vio el oscuro de Cristián atado al palenque En el patio, el mayor estaba esperándolo con sus mejores pilchas. La mujer iba y venía con el mate en la mano. Cristián le dijo a Eduardo:
-Yo me voy a una farra en lo de Farías. Ahí la tenés a la Juliana; si la querés, usala.
El tono era entre mandón y cordial. Eduardo se quedó un tiempo mirándolo; no sabía qué hacer. Cristián se levantó, se despidió de Eduardo, no de Juliana, que era una cosa, montó a caballo y se fue al trote, sin apuro.
Desde aquella noche la compartieron. Nadie sabrá los pormenores de esa sórdida unión, que ultrajaba las decencias del arrabal. El arreglo anduvo bien por unas semanas, pero no podía durar. Entre ellos, los hermanos no pronunciaban el nombre de Juliana, ni siquiera para llamarla, pero buscaban, y encontraban razones para no estar de acuerdo. Discutían la venta de unos cueros, pero lo que discutían era otra cosa. Cristián solía alzar la voz y Eduardo callaba. Sin saberlo, estaban celándose. En el duro suburbio, un hombre no decía, ni se decía, que una mujer pudiera importarle, más allá del deseo y la posesión, pero los dos estaban enamorados. Esto, de algún modo, los humillaba.
Una tarde, en la plaza de Lomas, Eduardo se cruzó con Juan Iberra, que lo felicitó por ese primor que se había agenciado. Fue entonces, creo, que Eduardo lo injurió. Nadie, delante de él, iba a hacer burla de Cristián.
La mujer atendía a los dos con sumisión bestial; pero no podía ocultar alguna preferencia por el menor, que no había rechazado la participación, pero que no la había dispuesto.
Un día, le mandaron a la Juliana que sacara dos sillas al primer patio y que no apareciera por ahí, porque tenían que hablar. Ella esperaba un diálogo largo y se acostó a dormir la siesta, pero al rato la recordaron. Le hicieron llenar una bolsa con todo lo que tenía, sin olvidar el rosario de vidrio y la crucecita que le había dejado su madre. Sin explicarle nada la subieron a la carreta y emprendieron un silencioso y tedioso viaje. Había llovido; los caminos estaban muy pesados y serían las once de la noche cuando llegaron a Morón. Ahí la vendieron a la patrona del prostíbulo. El trato ya estaba hecho; Cristián cobró la suma y la dividió después con el otro.
En Turdera, los Nilsen, perdidos hasta entonces en la mañana (que también era una rutina) de aquel monstruoso amor, quisieron reanudar su antigua vida de hombres entre hombres. Volvieron a las trucadas, al reñidero, a las juergas casuales. Acaso, alguna vez, se creyeron salvados, pero solían incurrir, cada cual por su lado, en injustificadas o harto justificadas ausencias. Poco antes de fin de año el menor dijo que tenía que hacer en la Capital. Cristián se fue a Morón; en el palenque de la casa que sabemos reconoció al overo de Eduardo. Entró; adentro estaba el otro, esperando turno. Parece que Cristián le dijo:
-De seguir así, los vamos a cansar a los pingos. Más vale que la tengamos a mano.
Habló con la patrona, sacó unas monedas del tirador y se la llevaron. La Juliana iba con Cristián; Eduardo espoleó al overo para no verlos.
Volvieron a lo que ya se ha dicho. La infame solución había fracasado; los dos habían cedido a la tentación de hacer trampa. Caín andaba por ahí, pero el cariño entre los Nilsen era muy grande -¡quién sabe qué rigores y qué peligros habían compartido!- y prefirieron desahogar su exasperación con ajenos. Con un desconocido, con los perros, con la Juliana, que habían traído la discordia.
El mes de marzo estaba por concluir y el calor no cejaba. Un domingo (los domingos la gente suele recogerse temprano) Eduardo, que volvía del almacén, vio que Cristián uncía los bueyes. Cristián le dijo:
-Vení, tenemos que dejar unos cueros en lo del Pardo; ya los cargué; aprovechemos la fresca.
El comercio del Pardo quedaba, creo, más al Sur; tomaron por el Camino de las Tropas; después, por un desvío. El campo iba agrandándose con la noche.
Orillaron un pajonal; Cristián tiró el cigarro que había encendido y dijo sin apuro:
-A trabajar, hermano. Después nos ayudarán los caranchos. Hoy la maté. Que se quede aquí con su pilchas, ya no hará más perjuicios.
Se abrazaron, casi llorando. Ahora los ataba otro círculo: la mujer tristemente sacrificada y la obligación de olvidarla.
FIN

martes, 23 de diciembre de 2008

ME DUELE UNA MUJER EN TODO EL CUERPO


Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir./ Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz./ La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única.

De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras,/ la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el/ áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena/ amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas comunes,/ los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de/ mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?/


Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo./ Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se/ levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por/ las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz./


Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz,/ la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo./ Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles./ Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar./ Ya los ejércitos me cercan, las hordas./ (Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)/ El nombre de una mujer me delata./ Me duele una mujer en todo el cuerpo.









El poema, "El amenazado", de Jorge Luis Borges. Los notables dibujos, de "El Tomi", del blog El desmistificador argentino. La instalación es de Q.

EL MEJOR JAZZ DEL MUNDO

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viernes, 19 de diciembre de 2008

DEL RÍO DE LA PLATA A LOS ANDES, EN BARCO


Sobre el viaje desde le Río de la Plata hasta Los Andes en barco, aprovechando un gran tsunami, no ha sido probado y no queda constancia. Los abuelos, seguramente por una confabulación transeuropea, han sido herméticos respecto al histórico viaje, que fue fundando, con viento a favor y navegando sobre la arena, la argentinidad.
Total en estas tierras, casualmente, no había nadie.


María González Rouco, en su interesante ensayo sobre la inmigración en la Argentina, cuenta un hecho extraordinario. Parece, según esta profesora, que "los inmigrantes siguieron hacia las provincias sin bajar del barco en el que habían cruzado el mar".

Que un barco surque las pampas, quizá aprovechando el rocío matinal, esto es lento e improbable. Más difícil resulta navegar los médanos del desierto, al menos que se trate de una ciencia perdida para nosotros. Pero bueno, estos son conocimientos de nuestra gente especialista en historia argentina.




He tratado de elaborar un mapa que d
aría algunas pistas del derrotero seguido por estas naves. El mapa pertenece a otro asunto, más bien colonial, pero puede dar una idea de la trayectoria que habrían seguido las corrientes inmigratorias, cruzando a puro barco, en el más curioso ejercicio práctico de alucinación colectiva.



San Rafael, Río Cuarto, San Luis, Villa Mercedes, fueron seguramen
te priviligiados lugares de desembarco. Las ciudades dejaron de ser pueblos y crecieron rápidamente a partir del aporte inmigratorio. La mismísima ciudad de Mendoza se vio beneficiada por la sapiencia y capacidad de trabajo de la raza europea.






Después de semejante viaje, es lógico que al llegar a
estos valles, los gringos creyeran haber llegado al paraíso. O simplemente no daban más y aquí se quedaban. Cruzar la cordillera en barco ya era demasiado. Mas info acerca de la ciencia de navegar en tierra firme, en una próxima entrada.




Gracias a los pintores Turner y Bosco, y al director de cine Felini, por su especial aporte a esta nota. También se agradece al cartógrafo anónimo que trazó el mapa de Sudamérica.


martes, 16 de diciembre de 2008

Noche, Valpo, la plaza de los marineros borrachos

Estuvimos en la zona roja de Valparaíso,,,en esa placita de los marineros borrachos,,,otra vez provocando,,,a una hora inadecuada,en un lugar equivocado,,,pero era ahí,,,Un conteiner,,,el artista conviviendo con tres gallinas,,,increíble instalación de una semana,,,por las noches, funciones: danza, poesía, pelis porno,electropop,,, Esa historia era parte de una movida mayor: TEATRO CONTAINER;

Noche, Valpo, la placita de los marineros borrachos

Estuvimos en la zona roja de Valparaíso,,,en esa placita de los marineros borrachos,,,otra vez provocando,,,a una hora inadecuada,en un lugar equivocado,,,pero era ahí,,,Un conteiner,,,el artista conviviendo con tres gallinas,,,increíble instalación de una semana,,,por las noches, funciones: danza, poesía, pelis porno,electropop,,, Esa historia era parte de una movida mayor: TEATRO CONTAINER;

Noche, Valpo, la placita de los marineros borrachos

Estuvimos en la zona roja de Valparaíso,,,en esa placita de los marineros borrachos,,,otra vez provocando,,,a una hora inadecuada,en un lugar equivocado,,,pero era ahí,,,Un conteiner,,,el artista conviviendo con tres gallinas,,,increíble instalación de una semana,,,por las noches, funciones: danza, poesía, pelis porno,electropop,,, Esa historia era parte de una movida mayor: TEATRO CONTAINER;

TEATRO CONTAINER (VALPO)

/ Lanacion.cl

Teatro Container recala en Valparaíso con 13 obras gratuitas

El festival porteño instalará estratégicamente 22 containers, que entre el 6 y el 13 de diciembre estarán dispuestos en puntos de Valparaíso como la Biblioteca Severín, el Parque Italia, Muelle Barón, la ex Cárcel y la Plaza Bismarck. Y dentro de éstos, trece obras de danza, teatro y artes visuales gratuitas.


Más Videos

Algunas de las obras son "Violeta Parra: al centro de la injusticia", de Rodrigo Pérez; "Vivomuerto", de Andrés Eyzaguirre; "Secreto de camarín", del Teatro La Peste; y "Gallinas, gallinas y gallinas", performance de Harmony Molina, quien vivirá dentro de un container acompañado por tres gallinas. También destaca "Fiel. Una cámara inconsciente", de Claudio Rodríguez, obra que recrea la relación entre Gabriela Mistral y su hijo adoptivo "Yin Yin".

La programación completa en www.festivalteatrocontainer.cl

TEATRO CONTAINER (VALPO)

/ Lanacion.cl

Teatro Container recala en Valparaíso con 13 obras gratuitas

El festival porteño instalará estratégicamente 22 containers, que entre el 6 y el 13 de diciembre estarán dispuestos en puntos de Valparaíso como la Biblioteca Severín, el Parque Italia, Muelle Barón, la ex Cárcel y la Plaza Bismarck. Y dentro de éstos, trece obras de danza, teatro y artes visuales gratuitas.


Más Videos

Algunas de las obras son "Violeta Parra: al centro de la injusticia", de Rodrigo Pérez; "Vivomuerto", de Andrés Eyzaguirre; "Secreto de camarín", del Teatro La Peste; y "Gallinas, gallinas y gallinas", performance de Harmony Molina, quien vivirá dentro de un container acompañado por tres gallinas. También destaca "Fiel. Una cámara inconsciente", de Claudio Rodríguez, obra que recrea la relación entre Gabriela Mistral y su hijo adoptivo "Yin Yin".

La programación completa en www.festivalteatrocontainer.cl

lunes, 8 de diciembre de 2008

ASÍ SE BAILA EL TANGO (Caso Von Q. nº1)

Así se baila el tango
(1942)
Letra: Marvil (Elizardo Martínez Vilas)
Música: Elías Randal


Qué saben los pitucos, lamidos y shushetas;
qué saben lo que es tango, qué saben de compás.
Aquí está la elegancia, ¡qué pinta, qué silueta!
¡qué porte, qué arrogancia, qué clase pa' bailar!
Así se corta el césped mientras dibujo el ocho,
para estas filigranas yo soy como un pintor.

Ahora una corrida, una vuelta, una sentada;
así se baila el tango... ¡un tango de mi flor!

¡Así se baila el tango!
Sintiendo en la cara
la sangre que sube
a cada compás;
mientras el brazo,
como una serpiente,
se enrosca en el talle
que se va a quebrar.
¡Así se baila el tango!
mezclando el aliento,
cerrando los ojos
pa' escuchar mejor,
cómo los violines
le cuentan al fueye
por qué desde esa noche
Malena no cantó.

¿Será mujer o junco cuando hace una quebrada,
tendrá resorte o cuerda para mover los pies?
Lo cierto es que mi prenda, que mi peor es nada,
bailando es una fiera que me hace enloquecer.
A veces me pregunto si no será mi sombra
que siempre me persigue, o un ser sin voluntad.

Pero es que ya ha nacido así, pa' la milonga,
y, como yo, se muere, se muere por bailar...

domingo, 7 de diciembre de 2008

ARTE Y CRIMEN, RELACIONES ÍNTIMAS


El inspector
Ludving Von Quintana (h), especialista en investigaciones y autor del exitoso best seller "Arte y Crímen", ha logrado establecer el nexo que esconden a modo de sublimaciones freudianas, horrendos crímenes, más terribles en cuanto están ante la vista del numeroso público que gusta de las manifestaciones culturales.


En su voluminoso tratado, Von Quintana arremete con la linterna de su lógica científica y logra establecer en el capítulo XXII, (a mi entender su capítulo más logrado, si eso es posible) el nexo entre Arte y Crimen. No esa poco mérito!


Lo interesante de la obra del inspector-escritor Ludving Von Quintana, está más en aquello que se sugiere, que en lo que demuestra. Volcado a las disciplinas que hacen de las ciencias sociales un estricto ejercicio de lógica, resulta conmovedoramente coherente con las corrientes a las que adhiere.

Quede claro que nuestro escritor no logra probar nada en ninguno de los casos analizados. Sin embargo, el reconocimiento de la crítica y del público; y por que no, debemos decirlo, de policías y criminales, proviene de la lucidez de sus ignorancias.


Todos saben que es mejor una buena pregunta que mil respuestas. Tal es el caso. Camino fácil es el del que se carga a la espalda la mochila de la certeza y c ada tanto saca de su morral algún bocadito para alimentar su pensamiento.




Luding Von Quintana prefiere caminar por sendas oscuras, tanteando el terreno como un ciego haría. Esto vuelve su lectura mas deliciosa. Hay un abandono total, un renunciamiento a la razón para dar paso a la corazonada, la intuición, el método de la caja negra; y en la mayoría de los casos, el porque sí nomás, antiguo sistema de reflexión y análisis que sin dejar de lado los tres pasos fundamentales de la lógica, simplemente no los tiene en cuenta.

Iniciamos aquí una serie de notas sobre el inspe
ctor Von Quintana, en la certeza que el público querrá informarse más acerca de la índole de su corriente estético-criminalista.



En la Bella y Ordenada Ciudad de Mendoza, Argentina, comienza la saga, horas antes de que dé inicio un día de Festividad religiosa. Procuraremos publicarla antes de la cero hora dado el carácter tenebroso de los temas abordados, que no concordarían con la necesaria elevación de los espíritus.








Las ilustraciones de acrílicos sobre telas, son del sitio papa y bizarra

viernes, 5 de diciembre de 2008

Abandonos

hola, he recorrido con envidia valparaíso muchas veces, solo o con amigos locales,,,en el último viaje (soy de mendoza) caminabamos en grupo de noche por ahi,,,y me encontre este palacio,,,increíble,,,pregunte su historia y me quede asombrado,,,puede ser que la noche te haga ver las cosas mas negras,,,pero que bronca me dió,,,estoy con ustedes

miércoles, 3 de diciembre de 2008

UN PERFIL PARA FACEBOOK (2)


"Hago urbanismo y arquitectura para vivir. Leo y escribo desde siempre. Me agarran entusiasmos, ahora por las letras y el cine japonés. Como blogger, sostengo Quintana bajo la lluvia, un blog cultural. Entiendo que en toda obra de arte hay una tensión erótica. La obra es el modo en que se relaciona el individuo con la estructura de la ciudad."

martes, 2 de diciembre de 2008

UN PERFIL PARA FACEBOOK

Perdón pido a los seguidores de este blog, si es que los hay. Estuve distraído con Facebook, la verdad, la cosa me secó el cerebro, es tan inteligente, es tan interactivo, es muy loco, es un bicho que te adivina lo que querés. Mete miedo, la verdad.

Capos los maestros. Claro que si nos van a vigilar a todos, es mejor estar entretenidos. Ojo, no me creo el importante, y mi vida y obra seguro a nadie interesan, a menos que ponga en la red algunas palabras que no debiera, entonces aparece en rojo el aviso, como ahora " No ha podido establecer contacto con B...com,,, Podrían producirse errores..." Copio y pego en mi escritorio para evitar la pérdida del texto...Hay que esperar que se le vaya el enojo al bicho. A ver ahora???


La verdad no me importa, después te acostumbrás, pero dá un poco de bronca tener que AUTOCENSURARSE para seguir en la red. Ni siquiera sentido del humor tienen, que vá. Para estos muchachos nortinos y sus inteligentes máquinas cibernéticas, vá un perfil de muá, o sea de yo, pa que se lo sepan, aunque a esta altura, saben de mí mucho más que yo:.......

UN PERFIL PARA FACEBOOK

Perdón pido a los seguidores de este blog, si es que los hay. Estuve distraído con Facebook, la verdad, la cosa me secó el cerebro, es tan inteligente, es tan interactivo, es muy loco, es un bicho que te adivina lo que querés. Mete miedo, la verdad.

Capos los maestros. Claro que si nos van a vigilar a todos, es mejor estar entretenidos. Ojo, no me creo el importante, y mi vida y obra seguro a nadie interesan, a menos que ponga en la red algunas palabras que no debiera, entonces aparece en rojo el aviso, como ahora " No ha podido establecer contacto con B...com,,, Podrían producirse errores..." Copio y pego en mi escritorio para evitar la pérdida del texto...Hay que esperar que se le vaya el enojo al bicho. A ver ahora???


La verdad no me importa, después te acostumbrás, pero dá un poco de bronca tener que AUTOCENSURARSE para seguir en la red. Ni siquiera sentido del humor tienen, que vá. Para estos muchachos nortinos y sus inteligentes máquinas cibernéticas, vá un perfil de muá, o sea de yo, pa que se lo sepan, aunque a esta altura, saben de mí mucho más que yo:.......

LOS MENDODBOYS SURFEAN EL CERRO DE LA GLORIA


Mandado a subir y luego bajar el Cerro de la Gloria para hacer tomas del perfil de la ciudad, me encontré con una bandada de pibes que bajaban montados en su skates, a una velocidad que ya se imaginan. Abrían los brazos como para intentar vuelo, pero se quedaban como yo, en sus cuatro ruedas. A los más veloces apenas los ví pasar como sombras conta el último sol de la tarde.

La cosa era digna de verse. Un deporte extremo a lo Mendoza. Los envidié un poco. No. Los envidié mucho. Porque los tipos eran jugados. Hay que animarse a bajar esa pendiente tan abrupta. El cuerpo toma una velocidad infernal. Las piedras de la montaña no son como las olas del océano.

El caso es que en mi lentitud, que también practico como deporte extremo, pude hacerles unas tomas, no las mejores, pero sí dignas, desde la ventanilla de mi auto. Pasaron veloces al lado mío, uno y otro y otro, provocando, hasta que reaccioné.

Me pregunto si esta actividad es permitida. Lo dudo, porque es bastante riesgosa, pero entiendo, ahí está la gracia. Imagino que este grupo de pibes gusta de la historia y que hacen sus proezas en nombre de la gesta Libertadora. Si así no fuera, y son arrestados, ofrezco mi asesoramiento de versista, para dar defensa, en nombre de la patria. (Q)