Bert Stern apostó muy fuerte. Le propuso fotografiarla en estado puro, desnuda, sin maquillaje, sólo con un toque de rojo en los labios.
-Entiendo. Se trata de un trabajo creativo, ¿no es eso? -exclamó Marilyn con ironía.
-Eso es -contestó el fotógrafo.
-Acabo de operarme de la vesícula hace poco más de un mes. Espero que no se me verá la cicatriz.
-Descuida. La vamos a ocultar.
La cicatriz en forma de queloides que divide el vientre de Marilyn, lejos de romper el mito, es todo un homenaje a la humanidad. Entre ese costurón y el lunar por encima del labio está la historia de la mujer más deseada del mundo. Fotografiar a Marilyn era como fotografiar la luz. Joyas, champaña, soledad. En este álbum de fotos, al desnudo de Marilyn se le ha evaporado el Chanel nº 5, que era el único pijama con que dormía. Ahora aquel perfume sólo es su alma derrotada, bellísima.
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