lunes, 8 de junio de 2009

DE como Drácula me salvó de ser Sissí

Qué secuelas pude haber tenido por sobredosis de Sissí Emperatríz, eso es dificil de saber. Lo que sé, es que después de Sissí, venía la función de Drácula y yo sentía que el horror me devolvía la cordura.

Probablemente le debo mi orientación sexual a este conde salvador. De no ser por él, estaría bordando a las orillas de un Danubio imaginario, esperando a Francisco José, mi príncipe.
(Bueno, sè que la sexualidad no se define asì, pero, digamos que esto es un juego literario...)

Sissí se parecía a mi abuelita Reneé cuando piba. El Conde Drácula se parecía a mi abuelo cuando rompió su úlcera y llenó la habitación de sangre. En las fotos de su casamiento, veía como la Emperatríz se casaba con el Conde y yo creía pertenecer a esta primera estirpe de la nobleza pop.








Era infaltable la doble programación de los miércoles del Cine, dos grandes películas, vistas una y otra vez cada semana, con mi madre y hermana, mientras mi padre daba clase de Caligrafía en el Colegio nocturno.

El primer caso. La interminable saga de Sissí Emperatríz, que según supe después, solo era una trilogía, pero como la veíamos una y otra vez, ni modo de saber por ese entonces como era la cosa, pero aún con 6 años, veía que era una cosa interminable y muy rosa.

Supe que Sissí, Romy Schneider era muy poderosa y tierna y frágil y dulce y edulcorada. También sé que como toda obra romántica termina muy mal. Un anarquista le clavaba un puntazo en el pecho en un bonito paisaje de Suiza, allá por 1850.

Recuerdo a Romy andando en caballo para escapar de los dramas familiares, cabalgaba horas por los siempre otoñales paisajes de Viena. No había modo, mi madre lloraba a moco tendido y el imperio se hacía pedazos cada miércoles por el dolor del primer ícono pop. Apenas con seis años y ya viendo esos temas fuertes.

Segundo caso. la novia de Drácula. Recuerdo los gritos cuando alguien soltó una paloma en plena función. Los gritos y después claro, las risas nerviosas. O esa vez en que estrenaban otra del Conde, yo con un elegante sombrerito, totalmende deformado para taparme los ojos.

Fuertongas las pelis de Bela Lugosi. Colmillos, escotes, sangre, murciélagos y más escotes. Había que elegir un modelo y yo pude elegir. Nunca voy a ser Sisíi Opté por ser como el Conde, el maestro perverso, el alter ego de mi abuelo y del abuelo de mi abuelo.



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